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Decenas de personas participan en una vigilia en la sinagoga del Árbol de la Vida, dos días después de un tiroteo masivo, en Pittsburgh, Pennsylvania. EFE
Decenas de personas participan en una vigilia en la sinagoga del Árbol de la Vida, dos días después de un tiroteo masivo, en Pittsburgh, Pennsylvania. EFE

Democracia bajo asedio en las Américas

Estamos viendo las consecuencias violentas de un lenguaje del odio perpetuado por nuestro presidente. 

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“El fin está cerca”.

Es irónico que esa frase, comúnmente usada en las tiras cómicas para burlarse de algún trastornado portador del apocalíptico mensaje, se haya convertido últimamente en una siniestra premonición.

Puede que no sea el fin de los tiempos (al menos todavía), pero ha comenzado a sentirse casi como si lo fuera. No es solo la descontrolada violencia racista en los Estados Unidos, sino el hecho de que está alimentada por las irresponsables palabras cargadas de odio que el propio presidente -- ¡el presidente, por amor de Dios! —insiste en pronunciar sin tener en cuenta las consecuencias.

Conociéndolo, nadie sabe si las tragedias de la semana pasada conmovieron a Trump a pesar de que sus intolerantes palabras lo golpearon en el rostro cuando, en un período de 72 horas, tres terribles crímenes de odio sacudieron una vez más la complaciente e inexacta imagen que de sí misma tiene la nación. Ray Sanchez y Melissa Gray, de CNN, lo resumieron así:

“El miércoles, un hombre blanco con un historial de violencia disparó y mató a dos afroamericanos, aparentemente al azar, en una tienda Kentucky Kroger luego de un intento fallido de irrumpir en una iglesia negra.

“Después de que se enviaran bombas por correo a personas que habían sido criticadas por el presidente, un sospechoso fue arrestado el viernes, un hombre que había criticado en línea a los demócratas y las minorías con mensajes llenos de odio.

“Y el sábado por la mañana, un hombre que gritaba insultos antisemitas abrió fuego en una sinagoga de Pittsburgh, matando a 11 personas que asistían a los servicios judíos”.

El nombre del asesino es Robert Bowers, un individuo enfermo de odio contra judíos e inmigrantes.

En una publicación en la red social Gab, Bowers escribió: “A HIAS (siglas en inglés de la Sociedad de Ayuda a Inmigrantes Hebreos) le gusta traer invasores que matan a nuestra gente” y afirmó que los judíos estaban ayudando a transportar a miembros de la caravana de migrantes de América Central. Solo un racista más de los que florecen bajo la protección de Trump.

No se puede permitir que la generalmente deficiente cobertura mediática ignore que, a pesar de su implacable demonización por parte del presidente y su gente, ningún inmigrante indocumentado, ningún hispano, ningún musulmán, ningún afroamericano, ninguna mujer tuvo nada que ver en las atrocidades de la semana pasada.

“Es una cosa terrible, terrible lo que está sucediendo con el odio en nuestro país y francamente en todo el mundo”, dijo Trump a los reporteros el sábado antes de volar a Indiana para un mitin político, en un patético intento de lucir presidencial. Sin embargo, su buen comportamiento no duró mucho. Poco después, el mandatario volvió a avivar las llamas del odio.

“Hay un gran enojo en nuestro país causado en parte por la información inexacta e incluso fraudulenta de las noticias”, escribió Trump el lunes en Twitter. “Fake News Media”, agregó, es el “verdadero enemigo del pueblo”. Es decir, para Trump los medios de comunicación son el verdadero enemigo, no los asesinos racistas, los terroristas de la supremacía blanca, los hombres blancos llenos de odio que infligieron tanto dolor y derramaron tanta sangre inocente. Increíble.

Para empeorar las cosas, con la elección de un presidente fascista en Brasil, Trump parece haber encontrado un alma gemela. Jair Bolsonaro, un exsoldado y gran admirador de la junta militar que asesinó a miles de brasileños, ha prometido “dar carta blanca para que la policía mate”. Aún más, ha declarado que está a favor de la violencia contra las personas LGBTQ, los afrobrasileños, las mujeres, los indígenas, las minorías y los opositores políticos, así como la tortura y la dictadura. No es de extrañarse que Trump, con esa extraña debilidad que siente por los dictadores y “hombres fuertes”, no esperara mucho para felicitar al brasileño.

“¡Acordamos que Brasil y los Estados Unidos trabajarán juntos en Comercio, cuestiones militares y todo lo demás! ¡Excelente llamada, le deseo felicitaciones!”, un Trump obviamente entusiasmado tuiteó sobre su llamada del domingo a Bolsonaro.

No, este no es el fin de los tiempos, pero se está pareciendo cada vez más. Por esta y tantas otras razones, hay que votar el 6 de noviembre.