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Un cartel en el que se lee "Trump es amigo de Sion", colocado detrás de una señal indica la dirección hacia la Embajada de Estados Unidos, con motivo de su inauguración en Jerusalén, Israel, el lunes 14 de mayo de 2018. EFE/ Atef Safadi
Un cartel en el que se lee "Trump es amigo de Sion", colocado detrás de una señal indica la dirección hacia la Embajada de Estados Unidos, con motivo de su inauguración en Jerusalén, Israel, el lunes 14 de mayo de 2018. EFE/ Atef Safadi

El problema de una embajada en Jerusalén, punto por punto

La inauguración de la embajada estadounidense en Jerusalén es una terrible ofensa para el pueblo Palestino, mientras que Israel se lleva el beneficio de ser…

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Este lunes no sólo se conmemoran los 70 años de la “fundación” de Israel, sino será el día en el que Estados Unidos finalmente dejó de lado la corrección política y plantó su definitivo apoyo a un pueblo israelí que ayudó a fundar, olvidando y rechazando por omisión la causa palestina.

El Presidente Trump anunció el traslado de la embajada estadounidense desde Tel Aviv hacia Jerusalén el pasado mes de diciembre, una medida diplomática que reconoce “oficialmente” a Jerusalén como capital de Israel y certifica el desplazamiento de la población palestina hacia los márgenes.

Su inauguración definitiva se llevará a cabo este lunes 14 de mayo, en presencia de la hija del presidente, Ivanka Trump, su esposo Jared Kushner, el Secretario del Tesoro, Steven Mnuchin y varios miembros republicanos del Congreso, según reportó Vox.

Mientras tanto, miles de palestinos se han aglomerado en la frontera entre Gaza e Israel por séptima semana consecutiva para protestar por un territorio que se les ha quitado a la fuerza, dando como resultado la muerte de decenas de personas y cientos de heridos.

La religión como germen del conflicto

Para muchos, el hombre judío está profundamente occidentalizado – quizás tanto como el cristiano – después de que durante siglos viviera diseminado por varias partes del mundo en lo que se conoció como la Diáspora. Tras persecuciones, rechazo y, en especial, después del terror del Holocausto, surgió el llamado sionismo político, un movimiento internacional que “reclamaba un Estado propio para todas las comunidades judías dispersas por el mundo”.

El detalle es que este movimiento reclamaba un territorio estipulado por documentos religiosos y que estaba determinado por la “promesa de Dios a su pueblo elegido”, pero ni israelíes ni palestinos eran originarios de ese territorio según las investigaciones históricas.

Ambos pueblos antiguos – hebreos y filisteos – provienen de regiones exteriores y fueron conquistando el territorio paulatinamente, sucumbiendo simultáneamente ante el poder de babilonios, asirios, persas, macedonios y romanos.

Fueron las constantes revueltas de los hebreos durante el dominio romano lo que provocó que el imperio prohibiera y castigara algunas tradiciones hebreas, dando origen al primer éxodo masivo de hebreos.

Así pues, desde la formación de la provincia de Siria, la población se homogeneizó a grandes rasgos, considerándosele siempre como Palestina.

La revancha

Entre finales del siglo XIX y hacia el fin de la Primera Guerra Mundial, el imperio otomano (conocido también como Imperio Turco) dominó gran parte de los territorios árabes, estipulando el inicio de las teocracias islámicas. Posteriormente, y durante el trascurso del período entreguerras y la Segunda Guerra Mundial, Palestina estuvo bajo dominio británico, hasta que el éxodo del Holocausto alteró la demografía del territorio al que tantos judíos volvieron huyendo.

A pesar de la insistencia del entonces presidente estadounidense Harry S. Truman para que el gobierno británico ofreciera certificados de inmigración a 100.000 judíos, el conflicto entre británicos y judíos fue inminente, y finalmente los primeros se retirarían del territorio, dejando a una Palestina poco preparada frente a toda la caballería del movimiento sionista.

El 29 de noviembre de 1947, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó el Plan de Partición de Palestina en dos Estados: uno árabe (46% del territorio) y uno judío (54%). Entre ambos, tanto Jerusalén como Belén, formarían un corpus separatum de 700 kilómetros cuadrados bajo la administración del Consejo de Administración Fiduciaria de las Naciones Unidas.

Los judíos aceptaron la propuesta celebrando el 15 de mayo de 1948 su independencia, pero los árabes lo rechazaron por “absurdo”.

A partir de ese momento, el territorio ha sido el epicentro de la inestabilidad en la región, con un intento de invasión en 1948 por parte de los árabes que dio como resultado a Israel como vencedor, anexándose 26% más del territorio, y los palestinos siendo traicionados por Transjordania y Egipto, quienes se apropiaron de la parte restante y la transformaron en Jordania.

El símbolo de una capital

Después de la guerra de 1948, Jerusalén quedó dividida en dos partes: la parte occidental, que fue proclamada capital de Israel en 1950, y el llamado Jerusalén Este que incluía la Ciudad Vieja y que quedó bajo control jordano. Debido a que Israel siempre ha reclamado la ciudad como “capital religiosa y civil del pueblo judío”, durante la Guerra de los Seis Días (junio 1967), Israel avanzó hasta el Muro de los Lamentos en la Ciudad Vieja y unificó la capital bajo su poder.

En 1980, el gobierno declara la ciudad como “capital eterna e indivisible” a través de la Ley de Jerusalén, pero la ONU ha mantenido que, a través de su resolución 478, la “capitalidad” de Jerusalén estaría invalidada para la diplomacia internacional, aconsejando a todos los países a mantener sus embajadas en Tel Aviv.

Simultáneamente, la Autoridad Nacional Palestina reclama Jerusalén Este como capital del Estado Palestino.

Pagando con la misma moneda

El producto del conflicto han sido alrededor de 4.62 millones de refugiados palestinos que han perdido hogares, territorios y familiares, así como condiciones de vida, beneficios laborales o incluso una seguridad garantizada.

Los ataques y las persecuciones constantes por parte del régimen israelí han detonado fenómenos como la Primera y la Segunda Intifada (revolución palestina contra las fuerzas invasoras israelíes), el surgimiento de grupos extremistas como Hamás y las consecuentes masacres en la frontera de Gaza, y la desaparición casi absoluta del territorio palestino.

Es como si Israel, poco a poco, se fuera transformando de víctima en victimario.

La movida de Trump

De acuerdo al análisis de Oren Liebermann (reportero de CNN basado en Jerusalén), el traslado de la embajada estadounidense a Jerusalén “significa que Washington reconoce efectivamente a Jerusalén como la capital de Israel. Eso implicaría revocar 70 años de consenso internacional y, para muchos, sería una señal definitiva del fin de los movimientos para lograr la paz entre israelíes y palestinos”.

Según explica Liebermann, Israel ha arrendado a Estados Unidos una parcela en Jerusalén desde 1989 a 1 dólar el año por 99 años, terreno que hasta el día de hoy sigue vacío.

“En 1995, el Congreso estadounidense aprobó una  ley que obliga a Estados Unidos a mover su embajada de Tel Aviv a Jerusalén”, continúa el reportero, pero los presidentes previos habían evitado hacer el traslado “citando intereses de seguridad nacional”.

Con Trump, ese escenario ha cambiado radicalmente.

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