Persona interactuando con un robot
La Inteligencia Artificial requerirá mucha más potencia de cálculo. Pensilvania se prepara para el reto (AFP Photo).

La nube se posa sobre Pensilvania: oportunidades y desafíos de la revolución digital

Con más de 80 centros de datos y proyectos industriales en expansión, Pensilvania aspira a posicionarse como centro clave de la nueva economía digital.

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Un boom silencioso está ocurriendo en Pensilvania. En antiguos parques industriales, viejas centrales térmicas y edificios reconvertidos, se están instalando data centers que prometen empleo, inversión y liderazgo digital. Pero detrás de esa promesa, hay preguntas sobre energía, agua, emisiones y territorio que el estado aún no ha resuelto.

Según el sitio especializado Data Center Map, Pensilvania cuenta con al menos 88 centros de datos activos, distribuidos en una docena de ciudades. Filadelfia concentra más de 30 instalaciones, con nodos destacados como el histórico 401 North Broad Street, operado por empresas como Netrality y Equinix. Pittsburgh, por su parte, suma 35 centros y ha creado un clúster creciente en Nova Place, en el North Side, impulsado por proveedores como Iron Mountain, Expedient y EdgeConneX.

La ubicación estratégica del estado, entre los mercados de Nueva York y Washington D.C., su infraestructura heredada del pasado industrial, los costos de energía relativamente bajos y la presencia de universidades como Carnegie Mellon y la Universidad de Pensilvania explican parte de este auge. También influyen factores más estructurales: la necesidad de las grandes tecnológicas de diversificar sus ubicaciones, reducir costos y encontrar espacio físico disponible.

Pero lo que está cambiando las reglas del juego es la inteligencia artificial. Modelos como ChatGPT, Gemini o Claude requieren un volumen de procesamiento que multiplica el consumo eléctrico tradicional. La Agencia Internacional de Energía (IEA) proyecta que los centros de datos podrían representar el 4% del consumo eléctrico mundial en 2026, frente al 2% en 2022. Y el Departamento de Energía de Estados Unidos estima que, en su territorio, los data centers podrían consumir hasta el 9% de toda la electricidad nacional hacia 2030.

Ese crecimiento no es gratuito. Los data centers necesitan garantías de energía limpia, estable y continua. Algunas empresas, como Meta, ya han firmado contratos de suministro a 20 años con centrales nucleares, como el Clinton Clean Energy Center en Illinois, para recibir más de 1.100 megavatios libres de emisiones. Otros proyectos, como los de Microsoft o Google, están invirtiendo directamente en energía solar, eólica o hidroeléctrica.

En Pensilvania, uno de los casos más emblemáticos es el de Homer City. Allí, en el oeste del estado, se está convirtiendo una antigua planta de carbón en un campus de data centers alimentado con energía limpia. El proyecto, con una inversión estimada de 10.000 millones de dólares, promete 1.000 empleos permanentes y se proyecta como el mayor consumidor de energía del estado una vez entre en operación.

Sin embargo, la transición no está exenta de tensiones. En el condado de Allegheny, donde se ubica Pittsburgh, empresas proveedoras de electricidad como Duquesne Light han advertido que un solo centro de datos de gran escala podría consumir hasta el 30% de la capacidad de carga máxima del sistema local, lo que pondría presión sobre la infraestructura eléctrica existente. La Comisión de Servicios Públicos de Pensilvania (PUC, por sus siglas en inglés) ha iniciado audiencias para evaluar este riesgo y diseñar mecanismos de tarifas que protejan a los hogares de aumentos en sus facturas. Además, algunos municipios han expresado preocupación por el impacto que estos centros pueden tener sobre los recursos hídricos, debido al uso intensivo de sistemas de enfriamiento por agua.

A esto se suma un problema de transparencia y control ciudadano. Si bien Pensilvania ofrece exenciones de impuestos sobre ventas y uso para los equipos instalados en centros de datos certificados —a través del programa creado por la Ley 25 de 2021—, no todos los proyectos presentan públicamente información detallada sobre su consumo energético, sus fuentes de electricidad o su impacto ambiental acumulado. Este tipo de incentivos fiscales, que pueden extenderse por hasta 25 años, requieren compromisos de inversión y empleo, pero en la práctica su seguimiento y evaluación pública aún son limitados.

Aun así, los data centers representan una oportunidad para la reconversión económica de Pensilvania. En ciudades que fueron emblema del acero, el carbón o el ferrocarril, esta nueva economía basada en la información y el procesamiento de datos puede ofrecer empleos calificados, atracción de inversiones y dinamismo regional. Pero eso solo ocurrirá si las decisiones energéticas, ambientales y urbanísticas se toman con visión de largo plazo.

Pensilvania, que fue clave en la revolución industrial, podría también tener un papel protagónico en la revolución digital. El desafío es no repetir los errores del pasado: sacrificar territorio y calidad de vida por promesas de modernidad sin planificación. La nube, para que sea realmente sustentable, también necesita raíces firmes.