El Vaticano se ha convertido en el epicentro de una histórica despedida. Cientos de miles de fieles y líderes mundiales han comenzado a llegar a Roma para rendir homenaje al Papa Francisco, fallecido el lunes a los 88 años tras una década de papado marcada por la sencillez, la defensa de los más vulnerables y una constante invitación a renovar la Iglesia.

Desde el miércoles, el cuerpo del pontífice argentino yace en capilla ardiente en la Basílica de San Pedro, vestido con sus vestiduras papales y el rosario entrelazado en sus manos. En las primeras horas del miércoles, más de 20.000 personas pasaron junto a su féretro, y se espera que esa cifra se multiplique en los días previos al funeral.

El sábado, el Vaticano acogerá el sepelio en presencia de unas 170 delegaciones extranjeras. Entre ellas estarán los presidentes Donald Trump (Estados Unidos), Javier Milei (Argentina), Emmanuel Macron (Francia), Luiz Inácio Lula da Silva (Brasil) y Volodymyr Zelensky (Ucrania). También asistirán figuras de la realeza europea como el príncipe William del Reino Unido y el rey Felipe VI y la reina Letizia de España.

La seguridad en Roma será reforzada con un operativo sin precedentes, en un fin de semana que ya coincidía con un feriado nacional en Italia. Se estima que varios cientos de miles de personas se movilizarán en torno a la Ciudad del Vaticano.

Francisco será enterrado en la Basílica de Santa María la Mayor, su iglesia favorita en Roma, en una tumba sencilla marcada únicamente con su nombre latino: Franciscus. Con ello, cumplirá el deseo expresado en su testamento: reposar humildemente, sin monumentos, en el corazón de la ciudad eterna.

Mientras tanto, comienza a desplegarse el protocolo de sucesión. Aunque aún no se ha fijado fecha para el cónclave, se espera que este inicie entre 15 y 20 días después de su muerte. Solo los cardenales menores de 80 años (actualmente unos 135) podrán votar. El período oficial de luto, conocido como novemdiales, comenzará este sábado y se extenderá hasta el 4 de mayo.

El mundo despide así a un papa que, pese a sus problemas de salud en los últimos años, mantuvo hasta el final su compromiso con la gente. El domingo de Pascua, tan solo un día antes de su muerte, Francisco saludó a los fieles desde el papamóvil en la Plaza de San Pedro, besando niños y repartiendo bendiciones con el esfuerzo visible en su rostro.

Su muerte marca el fin de una era. Pero también abre interrogantes sobre el futuro de una Iglesia que, bajo su liderazgo, intentó caminar al ritmo de los desafíos del siglo XXI, sin perder de vista a los marginados y al poder transformador de la misericordia.

Con información de AFP