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Photograph of the window of a house hit by shells, April 14, 2022, in Rozhikva, Ukraine. EFE/Miguel Gutierrez
Miguel Gutiérrez cree que haber crecido en un país violento como Venezuela le ha ayudado a empatizar con el sufrimiento del pueblo ucraniano. afectada por proyectiles, el 14 de abril de 2022, en Rozhikva (Ucrania). EFE/Miguel Gutiérrez

De Venezuela a Ucrania: Una ventana a la brutalidad de la guerra

El fotógrafo venezolano Miguel Gutiérrez retrata la guerra de Ucrania desde las casas de la gente corriente

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Fotografiar ventanas de casas de gente corriente. Así fue como el fotoperiodista colombiano-venezolano Miguel Gutiérrez decidió retratar la guerra de Ucrania cuando la agencia EFE lo envió a cubrir el conflicto durante un mes, en abril del año pasado. El resultado de esas intensas semanas en Ucrania fue una serie de fotografías que no solo ocupó las portadas de grandes diarios internacionales en su momento, sino que ha quedado finalista en los prestigiosos Sony World Photography Awards 2023, que se expondrán en la Somerset House de Londres entre el 14 de abril y el 1 de mayo. 

“Decidí enfocarme en las ventanas para mostrar qué hay delante y detrás de ellas, que el espectador pueda sentirse dentro de un espacio común: una casa. La casa es la representación de esfuerzo y familia, de objetivos logrados que ahora fueron destruidos, como los hogares en donde habitaban personas ajenas a la guerra”, explica Gutiérrez desde Caracas, donde reside. 

Nacido en Bogotá, Colombia, en 1983, Gutiérrez se mudó con su familia a Venezuela siendo adolescente, después de que sus padres se separasen. Fue en Venezuela donde terminó de estudiar la secundaria y estudió periodismo en la Universidad Católica Santa Rosa.

“Desde pequeño tuve inclinación por hablar y por el arte visual, supongo que indirectamente estaba dispuesto a esta profesión”, comenta el fotoperiodista, que actualmente trabaja como coordinador gráfico de la agencia EFE en su país. Vivir al margen de las noticias era algo difícil en Venezuela, “un país que siempre ha sido convulsionado, política y socialmente hablando”, y donde las noticias “pocas veces pasan por debajo de la mesa al despertar interés internacional, ya que esta nación sirvió de hogar a muchos migrantes”, añade.

Tras doce años trabajando como periodista en Venezuela, su vida profesional dio un salto en abril del año pasado cuando lo enviaron a cubrir el conflicto bélico entre Rusia y Ucrania. 

“Desde EFE anunciaron que preparaban equipos para darle cobertura a lo acontecido en Ucrania, que cada quien podía postularse y nos avisarían de cualquier decisión que tomasen desde la oficina central. Lo que me tomó por sorpresa fue la rapidez con la que me avisaron que iría a esta asignación: de un día a otro”, recuerda. 

El principal reto que tenía delante era el idioma: “el ucraniano es distante para mí, pese a contar con traducción por parte de los fixer en el terreno”, comenta. 

Sin embargo, haberse criado en un país azotado permanentemente por una crisis económica y política como Venezuela le ayudó a empatizar con determinadas situaciones. “Aunque la violencia en Venezuela no es comparable a un conflicto bélico, las estelas de la guerra las he vivido: escasez de alimentos, falta de servicios públicos, falta de combustible, toques de queda… salvando las distancias, [la situación en Ucrania] dista muy poco de la realidad venezolana.”

Doble realidad

La idea de fotografiar ventanas de gente normal también tiene algo que ver con su Venezuela natal. “Cuando vives en un país sumido en una crisis constante, debes aprender a abrir la mente y los ojos para contar lo que acontece. No solo basta con mostrar lo evidente, que es necesario hacerlo, sino que existen realidades y detalles que se dejan a un lado por la información directa”, explica. Las ventanas, por lo tanto, permiten “esta mirada a dos realidades, a lo que hay delante y lo que hay detrás”.  

Un ejemplo claro de esta “doble” perspectiva de la situación es la fotografía que muestra la ventana de una habitación infantil cubierta con cortinas decoradas con motivos de Masha y el oso, una popular serie de dibujos animados creada en Rusia, el país invasor.  

“Lo paradójico de esto es que en esa serie de dibujos animados enseñan de tolerancia y vivir en armonía. Totalmente contrastado con lo mostrado en la fotografía de esa casa”, señala. 

A la hora de poder entrar en las casas de la gente, Gutiérrez asegura que no encontró inconvenientes. 

“Al contrario, fueron muy abiertos y querían que dejásemos testimonio de lo que habían sentido y vivido en sus hogares destruidos. Muy abiertos y agradecidos de que se pudiese contar lo que han padecido”, dice. 

Como fotoperiodista cubriendo una guerra, su misión es “retratar todo lo posible”. Y en una guerra hay mucho que mostrar, partiendo de lo más básico: dolor, rabia, muerte, drama, angustia. “Todo esto puede contarse de forma no directa”, dice. “Pero también es posible mostrar bondad, hermandad, trabajo, esperanza. Es algo muy personal de cada uno, de cómo decide afrontar la realidad y mostrarla”, explica. 

Por otro lado, la experiencia en Ucrania le ha ayudado a poner en perspectiva su propia realidad y cotidianidad que, “sin ser la más tranquila, no pueden compararse como iguales a lo que viven millones de ucranianos”, concluye.