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Los JJOO de Pekín 2008, uno de los primeros grandes acontecimientos internacionales que celebra China en su historia, dieron comienzo hoy en el Estadio Nacional, más conocido como "Nido de Pájaros", a ritmo de tambores de luz y con una espectacular ceremonia dirigida por el cineasta chino Zhang Yimou.

Tras siete años de preparativos enturbiados por protestas contra el régimen comunista, llamamientos al boicot y temor al terrorismo, la fiesta olímpica comenzó a las 8 horas de la noche del día de mayor suerte para la cultura china (día ocho del mes ocho de 2008).

Entre los más de 100.000 asistentes a la ceremonia hubo jefes de Estado, Gobierno y miembros de familias reales de cerca de un centenar de países, entre ellos el presidente estadounidense George W.Bush, su homólogo francés Nicolas Sarkozy, el primer ministro ruso Vladímir Putin y los Príncipes de Asturias.

Tampoco faltaron el presidente del Comité Olímpico Internacional (COI), Jacques Rogge, y el presidente honorario, Juan Antonio Samaranch, en una de las ceremonias más bellas de la historia olímpica, que se calcula fue vista por más de mil millones de personas.

En ella, Zhang Yimou, el director de películas como "Héroe" y "La Linterna Roja", condensó los 5.000 años de civilización china mezclando tradición y modernidad, y presentando China al mundo como un país cargado de historia que aspira a convertirse en superpotencia mundial.

El espectáculo comenzó con 2.800 tambores antiguos, los "fou", que marcaron la cuenta atrás de los Juegos, seguidos de versos de las "Analectas" del filósofo Confucio y unos impresionantes aros olímpicos de luz que de forma mágica flotaron en el aire.

Niños, bailarines de las 55 minorías étnicas de toda China, música de guqin (cítara tradicional china) y mucho lirismo dibujaron una ceremonia en la que no faltaron la brújula, las cometas, la caligrafía china, el té, la ruta de la seda, el tai chi y otros inconfundibles elementos de la cultura china.

Estrellas de la fiesta fueron el pianista Lang Lang, los cantantes Liu Huan y Sarah Brighman, y por supuesto el ex gimnasta Li Ning, primera leyenda del olimpismo chino (tres oros en Los Ángeles 84), quien volando por el firmamento encendió el pebetero.

Al paso de los atletas de cada país, gran ovación para naciones como Irak, Palestina, España (un homenaje a Samaranch, gran valedor de Pekín 2008), Cuba, Rusia, Reino Unido, las dos Coreas o Pakistán, y algún abucheo hacia Francia -país donde la antorcha olímpica pasó con muchos problemas en abril- y Japón, rival histórico.

Y por supuesto, gritos triunfales para el equipo chino, que dio la vuelta al estadio con Yao Ming portando la bandera junto a un niño de la zona del terremoto de Sichuan, ante los vítores de sus compatriotas y con una ranchera mexicana sonando en los altavoces del estadio.

Para Pekín, los Juegos son una puesta de largo internacional, una presentación ante el mundo como la potencia económica que ha llegado a ser después de 30 años de apertura y reformas bajo el régimen del Partido Comunista de China.

Y para ello no han escatimado en medios, con un presupuesto de más de 40.000 millones de dólares (26.300 millones de euros) para metamorfosear una urbe de cerca de 20 millones de habitantes con estadios y rascacielos futuristas e infraestructuras.

Una cuarta parte del presupuesto se ha destinado a atajar la endémica contaminación pequinesa, que no consiguió disipar hoy la bruma, aunque ello no impidió que las luces y los fuegos artificiales brillaran con lustre en el cielo pequinés.

Pekín 2008 nace no exento de polémica: Las violaciones de derechos humanos por parte del régimen o la represión en el Tíbet y en Xinjiang han atraído muchas críticas a Pekín, críticas que han exaltado el orgullo patrio, como pudo verse en un Pekín empapelado estos días en banderas chinas.

Muchos grupos pidieron el boicot a esta apertura los JJOO, y aunque al final la mayor parte de los jefes de Estado asistieron, hubo sonadas ausencias como la del primer ministro británico, Gordon Brown, y la de la canciller alemana, Angela Merkel.

La presencia de cientos de líderes en la ceremonia, unida a las amenazas terroristas y el temor a manifestaciones convirtieron esta semana a Pekín en una ciudad sitiada, con una inversión masiva en seguridad.

Los temores a protestas y ataques terroristas se confirmaron al principio de esta semana, primero con las manifestaciones de un grupo de expropiados por obras olímpicas en el sur de Tiananmen y un ataque con explosivos en Xinjiang (noroeste) en el que murieron 16 policías.

Los incidentes se han sucedido desde entonces con protestas de activistas pro-tibetanos, apenas cinco meses después de que se produjera la peor revuelta en dos décadas contra el poder chino en la región autónoma, y hoy mismo con otra de Reporteros Sin Fronteras para incidir en la libertad de prensa.

En este estado de cosas, de lo que menos se había hablado hasta ahora era de deporte, y Rogge ha tenido que lidiar con la patata caliente de Pekín cada vez que le preguntaban si fue una mala decisión:

"Ahora es fácil volver a 2001 y decir que fue un error. Pero era la mejor candidatura, llevar el olimpismo a una quinta parte de la población mundial", dijo recientemente.

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