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Más hambre en el mundo por prolongada carestía de alimentos

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"A corto plazo hay una necesidad urgente e inmediata de comida y
asistencia humanitaria para evitar el hambre a los pobres", subrayó el
secretario general de la Organización para la Cooperación y el
Desarrollo Económico (OCDE), Ángel Gurría, en París.

Gurría,
señaló que "el fin de la comida barata en un mundo en el que la mitad
de la población vive con menos de dos dólares al día es motivo de gran
preocupación", durante la presentación a la prensa del informe anual de
Perspectivas Agrícolas para el periodo 2008-2017 preparado por cuarto
año consecutivo con la Organización de Naciones Unidas para la
Alimentación y la Agricultura (FAO).

El director general de la FAO,
Jacques Diouf, hizo hincapié en que con esas perspectivas "en muchos
países hay un gran problema para la seguridad alimentaria", sobre todo
porque los presupuestos de la ayuda humanitaria "se han reducido
fuertemente" y "seguirán sometidos a fuertes presiones".

De
acuerdo con las proyecciones de las dos organizaciones, entre este año
y 2017 los precios agrícolas serán -según los productos- entre un 10 y
un 50% más elevados que los registrados en el decenio precedente, con
un pico de un 80% por encima en el caso de los aceites vegetales.

Un
tercio de ese incremento será responsabilidad del tirón de la
producción de biocarburantes a la que contribuyen los dispositivos de
ayudas que reciben en los países ricos, subvenciones que fueron objeto
de críticas por parte de Gurría y Diouf.

El primero pidió una
revisión de esos dispositivos por considerar que las subvenciones para
los biocombustibles no son adecuadas para cubrir los objetivos
políticos que las sustentan y señaló que "enfoques alternativos ofrecen
potencialmente mayores beneficios".

En concreto, indicó que hay
que alentar la reducción de la demanda de energía y de emisiones
causantes del efecto invernadero (calentamiento global de la Tierra),
eliminar las barreras comerciales a los biocarburantes y acelerar la
introducción de producciones de "segunda generación" que no utilicen
alimentos para fabricar combustibles.

Diouf comentó que con los
biocombustibles, cuya producción va a más que duplicarse de aquí a
2017, "las presiones sobre la agricultura van a reforzarse".

Denunció
que los países pobres están sufriendo la "distorsión" generada por las
subvenciones en el mundo desarrollado para la fabricación de
combustibles de origen vegetal sobre los precios de los alimentos, y
puso el acento en que "no hay que repetir los errores del pasado".

Gurría
reconoció que a la escalada de los precios de los alimentos también han
contribuido factores especulativos e incluso las medidas de protección
del mercado interior que han tomado algunos países ante la carestía de
precios.

El secretario general de la OCDE avanzó que si bien los
precios agrícolas no se mantendrán a largo plazo en los niveles récord
que han alcanzado en los últimos tiempos, el bajo nivel de reservas
-que no parece que vaya a aumentar- no permite que en el futuro puedan
producirse fuertes movimientos de volatilidad.

Diouf culpó en
buena medida de la crítica situación actual a que durante mucho tiempo
"se ha subestimado la relevancia de la agricultura" e insistió en que
hacen falta inversiones para que pueda desarrollarse en los países
pobres.

A ese respecto, en el conjunto elaborado por las dos
organizaciones se indica que muchos agricultores de países en
desarrollo que no tienen acceso a los mercados, no sacarán ventajas del
alza de los precios de sus productos.

Igualmente se pone el
acento en que para los pobres de países en desarrollo importadores
netos de alimentos, en particular los habitantes de zonas urbanas que
no tienen acceso directo al cultivo de su propia comida, "la situación
va a agravarse".

Para esas poblaciones que dedican de media más
del 50% de sus ingresos a la comida, la carestía duradera "arrastrará a
más personas a la malnutrición", un problema que según la FAO hoy día ya afecta a 862 millones de individuos en el mundo.

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