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Dr. Daniel V. Schidlow, Dean of Drexel’s College of Medicine, Senior Vice President of Medical Affairs at Drexel University, and professor specialized in pediatric pulmonary disease. Photograph by Samantha Laub for AL DÍA News.
El doctor Daniel V. Schidlow, decano de la Escuela de Medicina de Drexel University y especialista en enfermedades pulmonares. Foto tomada por Samantha Laub para AL DÍA News.

Daniel Schidlow: cómo curar con el espíritu inmigrante

El doctor Daniel V. Schidlow, decano de la Escuela de Medicina de Drexel University y especialista en enfermedades pulmonares, es uno de los latinos más…

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Inhalar, exhalar.

Al doctor Daniel V. Schidlow siempre le ha interesado el poder de la respiración profunda; el poder de la respiración acompasada de un niño tras un exitoso trasplante pulmonar, el poder de ajustar la respiración entre unos y otros después de encontrar los puntos de unión más allá de nuestra etnia o clase social, o el poder de tener capacidad pulmonar suficiente para cantar ópera en el pasillo junto a pacientes que necesitan tratamiento.

Hoy en día, el doctor Schidlow, como degano Walter H. and Leonore Annenberg y vicepresidente senior de Asuntos Médicos de Drexel University, respira con mayor facilidad que cuando era un inmigrante chileno recién llegado atendiendo a sus primeros pacientes en el Bronx, y ya no digamos que cuando era un joven graduado intentando trabajar en el Santiago de los 70, en medio de una complicada situación política y social.

El camino hacia la estabilidad profesional le ha llevado varias décadas, pero Daniel se lo ha tomado como una obligación heredada de sus ancestros. Él mismo se considera el “típico producto” de varias oleadas de inmigrantes que llegaron a América. Sus padres, judíos, huyeron de la Alemania nazi en 1939, y terminaron mudándose en La Paz, en Bolivia, junto a sus dos hermanos mayores (él aún no había nacido). También se mudaron a La Paz sus abuelos paternos y una hermana de su padre.

En La Paz, sin embargo, los Schidlow se encontraron que debido a la altura a la que se encuentra la ciudad, era muy difícil respirar, así que tuvieron que ponerse a buscar otro lugar donde no se enfermaran. Terminaron en Santiago de Chile, donde nació Daniel.

Para Daniel, igual que para sus compañeros chilenos, convertirse en adulto implicaba enfocarse en una carrera muy específica. Igual que en muchos países latinoamericanos, después de graduarse de la Secundaria, los jóvenes no tenían tiempo para tomarse un tiempo de reflexión o para estudiar alguna carrera artística. Con 17 años, Daniel ya llevaba puesta la bata blanca de estudiante de Medicina.

Estudiante en tiempos de Allende

La vida no le dio a Daniel la oportunidad de tomarse un respiro después de siete años de estudios intensivos, residencia y prácticas. Obtuvo su diploma en medio de un periodo de caos político bajo el mandato de Salvador Allende. En 1972, año de su graduación y de su primer empleo en Medicina Interna, empezaron las huelgas de doctores, manifestaciones y enfrentamientos con las fuerzas armadas, y mantener una posición neutral y poder ir a trabajar por mero “deber ético” se convirtió en una tarea casi imposible. “Si te unías a la huelga, te consideraban un “momio”, una momia, así era como llamaban a los de derechas. Si ibas a trabajar, te consideraban un comunista, o un radical. Eras definido externamente por lo que hacías,” explica Daniel.

En 1973, Daniel empezó a trabajar en un hospital pediátrico, ya que siempre le gustó trabajar con niños. Ayudar a los niños han sido su gran pasión, especialmente los niños con enfermedades crónicas. Decidió especializarse en enfermedades pulmonares, como la fibrosis cística.

El 10 de Septiembre de 1973 - llámenlo destino, intervención divina o suerte -, justo un día antes del golpe de estado de Pinochet, Daniel renunció a su puesto en el hospital. “Ha sido un año prácticamente perdido para mí,” se justificó ante la junta del departamento, que era pro-Pinochet. “Con tanto caos, huelgas, y la gente hablando de política todo el tiempo, cuando tendría que estar hablando de medicina. Quiero marcharme a los Estados Unidos para formarme como académico pediatra, y regresar después.”

En el 9/11 chileno, la junta volvió a convocarle para intentar convencerle de que se quedara, dado que las circunstancias “habían mejorado”. Pero Daniel ya había tomado una decisión: se iba a Nueva York, a la tierra de las “masas acurrucadas anhelando respirar libremente.”

Ayudar a los demás en Estados Unidos

El Bronx, núcleo de inmigrantes y estudiantes extranjeros, epitomizaba esa frase icónica de un poema de Emma Lazarus que se materializó más tarde en la Estatua de la Libertad. En ese barrio, ser judío e hispano al mismo tiempo era más bien un plus:  

Al llegar a Estados Unidos me sentí liberado, porque vi la oportunidad. Solo tenías que hacer lo que tenías que hacer. Nunca sentí que tuviera obstáculos. Siempre digo que llevo el espíritu inmigrante dentro de mí. ¿Alguien me ve mal? Le conquistaré, o le demostraré que se equivoca. Ganaré.

Su espíritu inmigrante le ayudó a desarrollar la habilidad de ser “socialmente diestro,” de poder adaptarse a diferentes comunidades y, básicamente, a convencer a la gente de su capacidad de aprendizaje y determinación para creerse dueño de uno mismo. Una de las habilidades que se atribuye a su facilidad para entenderse con la gente es el hecho de ser multilingüe: no solo habla inglés y español, sino también alemán, portugués, italiano, francés y Hebreo. “Ah, y también se insultar en otros seis idiomas,” bromea.

Más tarde recuerda su primera visita a Chile, en 1981:  Daniel y su esposa quedaron en shock, al hallar una sociedad politizada y las calles prácticamente sitiadas por el ejército.

A medida que su interés en medicina pediátrica pulmonar crecía, Daniel decidió mudarse con su familia a un lugar donde pudiera investigar y poner en práctica su experiencia en este ámbito: el Hospital Infantil St. Christopher’s, afiliado a Drexel University. Allí, entre 1983 y 1994, se convirtió en el jefe más joven del centro. Y aunque en muchas ocasiones se le ofrecieron puestos mejor remunerados en centros más prestigiosos, Daniel se sintió obligado a permanecer en una comunidad que él considera desatendida, y donde poco a poco ha ido echando raíces personales y profesionales.

Siento profundamente - y no dejo de repetirlo- que mis raíces hispanas son mi activo más valioso. Siempre he trabajado en barrios y comunidades desfavorecidos. Los hospitales en los que he trabajado están ubicados en vecindarios latinos, siempre me gusta hablar en español con mis pacientes, me encanta poder conectar. Es un placer para mi. En el Bronx, y en North Philadelphia, puedo conectar con la gente a nivel cultural y lingüístico. Me acuerdo de que en el hospital del Bronx siempre estaba ayudando a traducir o corregir los carteles y avisos… dice Daniel.

El próximo 1 de noviembre de 2017, Daniel celebrará su sexto año como Decano y Vicepresidente senior de Drexel. Un puesto que consiguió que se merece gracias a su dedicación y pasión por su trabajo desde que se incorporó a la Facultad de Medicina, así como por su innovadora manera de introducir la música en el ámbito académico y profesional.  

Formado como cantante clásico, siempre pensó que sería tenor hasta que su esposa, pianista, consiguió que desistiera de esa idea. “Nos peleábamos porque yo decía que no tenía voz de barítono. Ella me decía que me equivocaba,” confiesa Daniel.

Como médico, Daniel tiene muy presente la música. Desde que empezó a trabajar en Estados Unidos, ha estado tarareando a sus pacientes y cantando ópera española e italiana a bebés en unidades de cuidados intensivos neonatales. Como profesor de pediatría, farmacología y fisiología, Daniel a menudo pide a sus alumnos (como si fueran tareas que sirven para exhalar las ansiedades de la escuela de medicina) que escriban “ditties”. Daniel es mucho más de lo que indican sus títulos y cargos profesionales; es el fundador de DuCOM Classical, un grupo de aficionados que reúne a estudiantes de medicina, miembros de la facultad, médicos y enfermeras para cantar juntos.

Daniel llegó a este país con pocos recursos, y afirma que está "agradecido hasta el noveno grado" de haber tenido la oportunidad de mejorar, de contribuir en gran medida a la sociedad, y de formar una familia en los Estados Unidos. Sin embargo, constantemente repite a sus seis hijos que nunca deben olvidar "de dónde vinieron" y que "el dinero sólo comprará el respeto de los demás, pero no el carácter o la clase". Su espíritu inmigrante se ha fortificado y crecido a la vez que su vida profesional y personal evolucionaba en los Estados Unidos. Esto le ha llevado a respirar con facilidad, a ser capaz de dar un paso atrás para servir a los demás. Sólo desea que otros inmigrantes en este país tengan el mismo privilegio que él:

El mundo está formado por inmigrantes. Cada país tiene gente que ha llegado de otro lugar. Toda esa gente, cuyos familiares salen de The Mayflower, que mira de soslayo a otros inmigrantes, en realidad está despreciando su propia historia, porque sus ancestros huían de la persecución religiosa, la pobreza o la opresión cuando llegaron a este país. El miedo al otro es muy común entre la gente, y es la raíz de la xenofobia, pero si la gente solo se detuviera un minuto para pensar de dónde viene, entendería la inmigración.

 
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