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La activista nativa estadounidense Lydia Ponce (C) se une a miles de manifestantes en la tercera Marcha Anual de Mujeres en Los Ángeles, California, EE. UU., el 19 de enero de 2019. EFE/EPA/EUGENE GARCIA
La activista nativa estadounidense Lydia Ponce (C) se une a miles de manifestantes en la tercera Marcha Anual de Mujeres en Los Ángeles, California, EE. UU., el 19 de enero de 2019. EFE/EPA/EUGENE GARCIA

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Parece que fue ayer cuando Donald Trump era investido como presidente ante una escueta audiencia, mientras cientos de miles de personas se organizaban para marchar en las calles aledañas contra la misoginia que se mudaba a la Casa Blanca.

Donald Trump no sólo había vencido a una contrincante a través de una campaña de menosprecio y de un discurso contra la corrección política, sino que había ganado el voto del Colegio Electoral aún cuando sus posturas atacaban a decenas de comunidades y minorías en el país.

El 21 de enero del 2017, y ante el alarmante cambio en la dirigencia de la nación, la ciudadanía salió a las calles para exigir el respeto a las mujeres, a la comunidad LGBTQ y a los inmigrantes, tres focos puntales que se vieron amenazados por la llegada del nuevo presidente.

Dos años después, no eran muchas las esperanzas de que algo realmente cambiara para mejor en el país, y la manifestación volvió a la carga.

Aunque la participación de este año fue considerablemente menor – unas 100.000 personas, de acuerdo a estimados de los medios – ni el frío ni la controversia por la supuesta expulsión de la organizadora de la primera marcha por su identidad judía quebró el espíritu de los manifestantes.

Organizaciones como el Comité Nacional Demócrata, el Southern Poverty Law Center, March On y la Women’s March Alliance celebraron concentraciones parecidas y simultáneas, a pesar de haber tomado distancia de la organización principal por los problemas internos, y la mayor parte de los participantes decidió no hacer distinción pues el sentimiento sigue siendo uno: el hastío frente a la Administración Trump.

Según dijo Vanessa Wruble (directora ejecutiva de March On y cofundadora de la primera Marcha de Mujeres en Washington), a Vox la meta es evitar que la controversia intervenga en el verdadero motor detrás del movimiento. “Todos deben marchar. No importa dónde, sólo marcha”, dijo.

Asimismo agregó que el fenómeno detrás de la Marcha va mucho más allá: “mucha gente ha pasado de una posición reactiva de marcha a una posición proactiva de postularse para un cargo o ser voluntaria para una campaña o centrarse en registrar a las personas para votar”.

Ejemplo de ello fue, nuevamente, Alexandria Ocasio-Cortez, la representante más joven en ser electa para un puesto en el Congreso y quien desde las elecciones de mitad de período ha decidido “sacudir la mesa”.

Su discurso en la marcha de Nueva York fue uno de los más potentes del evento, según reportó The Cut, y movió el sentimiento compartido de que la necesidad de cambiar al país es más fuerte que cualquier controversia interna.

“¿Están listos para causar un alboroto?”, preguntó a la concentración. “¿Están listos para luchar por nuestros derechos? ¿Están listos para decir que en Los Estados Unidos de América todos son amados, todos merecen justicia y todos merecen igual protección y prosperidad en nuestro país?”

La respuesta unánime del país parece ser “Sí”.

Ocasio-Cortez resumió la importancia de cerrar flancos y enfrentar la realidad del país como un asunto mucho más grande que cada individuo.

“Recordemos que una pelea significa que nadie se queda atrás”, dijo. “Porque esto no se trata sólo de identidad, se trata de justicia. Y se trata sobre los Estados Unidos que vamos a traer a este mundo”.