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En Sudáfrica, muchos inmigrantes acaban viviendo en barriadas de barracas decrépitas, como Blikkiesdorp (Ciudad Latera), en los suburbios de Ciudad del Cabo.Foto: LBW

Inmigrantes emprendedores: el motor universal para una vida mejor

Cuando Mike Yakusu llegó a Ciudad del Cabo, en Sudáfrica, hace casi dos años, este inmigrante nacido en el Congo, un país siempre en guerra, apenas llevaba…

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Yakusu llegó a Ciudad del Cabo desde Angola, donde trabajaba para un familiar, haciendo de repartidor por las regiones del sur del país, hasta que la zona se volvió muy peligrosa.

En Angola, Yakusu vio a demasiados amigos morir mientras hacían el mismo trabajo de repartidor. Sabía que las probabilidades de morir eran cada vez más altas si se quedaba en el país haciendo lo mismo, a pesar de que su trabajo le proporcionaba los ingresos que tanto necesitaba, motivo por el cual había emigrado a Angola.

Sudáfrica, como los Estados Unidos, es un imán para muchos inmigrantes. Los inmigrantes van a Sudáfrica porque allí encuentran oportunidades económicas que no existen en sus países, lugares donde las condiciones extremas a menudo son originadas por fuerzas políticas y financieras internacionales explotadoras.  

Sudáfrica, pues, representa una luz de esperanza para muchos inmigrantes de África subsahariana en busca de oportunidades económicas, como Yakusu. Los inmigrantes llegan a Sudáfrica indiferentes al hecho de que es uno de los países con mayor nivel de desigualdad de ingresos del mundo.

Cerca del 50 por ciento de los habitantes de Sudáfrica vive en la pobreza, doblando el índice de pobreza de Filadelfia. Los sudafricanos pobres viven con ingresos inferiores a los 100 dólares mensuales, con un poco de suerte, ya que la mayoría de pobres del país sobrevive con menos. Aunque parezca increíble, las malas condiciones en las que viven los pobres de Filadelfia son bastante mejores que las de cualquier surafricano sin recursos.

Yakusu conoce bien las privaciones que sufren los pobres en Sudáfrica. Al llegar al país, por primera vez, estuvo viviendo como un sin hogar, y se ganaba la vida pidiendo dinero a la gente que ayudaba a estacionar en la calle.  

Como muchos inmigrantes en Filadelfia, Pensilvania, y en toda América, el espíritu emprendedor de Yakusu terminó transformándose en emprendimiento: creó su propio negocio de conductor privado, y se dedicó a transportar los residentes y visitantes de Ciudad del Cabo.

Yakusu pasó de ganarse la vida ganando cuatro centavos a cambio de ayudar a la gente a estacionar, a ser propietario de su propio negocio de transporte privado con tres vehículos propios, lo que le permitió crear empleo para otras personas. Suele trabajar los siete días de la semana, incluyendo trayectos de 100 millas para llevar a los turistas al Cabo de Buena Esperanza.

“La gente me pregunta ¿cómo lo has conseguido? Y yo respondo: ¡Trabajando duro, trabajando duro!”, comentó Yakusu a un cliente, mientras le transportaba de Ciudad del Cabo a la famosa región vinícola de Stellenbosch.

En Filadelfia hay entre 40.000 y 50.000 negocios propiedad de emprendedores inmigrantes, según diversos informes publicados el año pasado por el American Immigration Council y la New American Economy, en colaboración con la Oficina de Inmigración de la Ciudad de Filadelfia.

Los emprendedores inmigrantes representan cerca del 10 por ciento de las personas que trabajan por cuenta propia en Pensilvania, según el informe de American Immigration Council. Estos emprendedores inmigrantes generan 1.200 millones de dólares en facturación.

Vivan en Filadelfia o Ciudad del Cabo, los inmigrantes contribuyen mucho al crecimiento y bienestar económico de sus países de adopción.