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Niños participan en una marcha durante la movilización nacional contra la política de Tolerancia Cero hacia inmigrantes en San Diego, California. EFE

¿Dónde está la indignación?

Una política inmoral e inhumana como la “tolerancia cero” de Donald Trump, que castiga sin piedad a las familias y tortura a los niños con una enfermiza…

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No es fácil despertarse por la mañana solo para enfrentar una realidad tan retorcida, tan enferma, que hace que uno cuestione si vale la pena el trabajo que ama y que ha sido su vida durante tantos años. Es triste, incluso desesperante, dudar de que, a pesar de todo, la naturaleza humana es fundamentalmente buena, una convicción que me ha sostenido y ha hecho posible que supere debilidades y sobreviva a obstáculos, errores y confusiones.

Sin embargo, después de saber que en este país cientos de niños - ¡niños, por el amor de Dios! - no solo son separados de sus padres, sino que son obligados a comparecer ante un juez de inmigración por sí mismos en una cruel burla de la justicia, quisiera que alguien me dijera si es posible sentir de otra manera.

“Un bebé de un año bajo custodia federal apareció en la corte de inmigración sin sus padres en Phoenix, jugó brevemente con una pelota, bebió de una botella y luego lloró histéricamente cuando estaba a punto de abandonar la sala del tribunal, según la Associated Press”. Este es el primer párrafo de un artículo de Mary Papenfuss en el Huffington Post. Tan triste e increíble es esta situación, que el juez sintió que tenía que hacer saber que estaba avergonzado.

“El juez John Richardson dijo que estaba ‘avergonzado de preguntar’ si Johan (el nombre del niño) entendió el proceso, reportó AP. ‘No sé a quién se lo explicaría, a menos que piense que un niño de 1 año podría aprender leyes de inmigración’, le dijo al abogado de Johan”.

Sí, muy bien Mr. Richardson, pero sepa usted y todos los demás jueces que se prestan para este teatro del absurdo, que la vergüenza no es suficiente, la pena no es suficiente. Por el bien de los niños y sus padres, pero también por rescatar el alma de esta nación, una política inmoral e inhumana como la “tolerancia cero” de Donald Trump, que castiga sin piedad a las familias y tortura a los niños con una enfermiza parodia de la ley, exige indignación, exige ponerse de pie y proclamar “¡Se acabó!”

Incluso hoy en día hay 3,000 niños en algún tipo de custodia del gobierno sin sus padres, 100 de ellos de 5 años o menos. Al menos 19 padres de estos niños ya han sido deportados a Guatemala, El Salvador u Honduras, según Health and Human Services.

Y como para dar una medida aún más clara de la crueldad de que son capaces Trump y su gente, los abogados de HHS han argumentado que no es responsabilidad del gobierno federal reunir a niños con padres que han sido deportados. En otras palabras, a Trump, Session, Miller y el resto de la camarilla de racistas que detentan el poder, no les importa si los niños que ellos arrebataron a sus padres vuelvan a sentir alguna vez el beso de una madre y el abrazo de un padre.

Con cada nueva política abusiva, resulta cada vez más obvio que el problema con esta administración no es político, sino moral: para ellos las palabras compasión, solidaridad o incluso justicia no significan nada.

“Un bebé de un año bajo custodia federal compareció en la corte de inmigración sin sus padres en Phoenix, jugó brevemente con una pelota, bebió de una botella y luego lloró histéricamente cuando estaba a punto de abandonar la sala del tribunal”.

En esto se ha transformado esta nación bajo la política de limpieza étnica de Donald Trump.

Y hay que preguntar con toda urgencia: ¿dónde está la indignación?