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Desde que se encontraran el Tepationi azteca –quien interpretaba la enfermedad como la manifestación de la ira de los dioses– y los médicos del viejo continente, un sincretismo empezó a tomar forma en Latinoamérica. Foto: Stock.
Desde que se encontraran el Tepationi azteca –quien interpretaba la enfermedad como la manifestación de la ira de los dioses– y los médicos del viejo continente, un sincretismo empezó a tomar forma en Latinoamérica. Foto: Stock.

Medicina en Latinoamérica: ciencia y misticismo

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¿Ha visitado usted alguna vez los pasillos de un hospital en Latinoamérica? La estructura blanca e impoluta se ve siempre acompañada por figurillas religiosas en las esquinas, plantas de aloe vera en las ventanas y guiños a un realismo mágico que nos acompaña en cada paso.

Latinoamérica es una de las pocas partes del mundo donde los doctores llegan a ser santos, y donde después de una sesión de fisioterapia puede intervenir un “sobandero” sin que una labor excluya a la otra.

Y es que la imponente historia precolombina ha sobrevivido a años de sometimiento, de independentismos incompletos, y ha permitido que la cultura y la identidad sociocultural de la región se transforme de acuerdo a sus propias necesidades.

Sin embargo, ese carácter mágico-religioso ha perdurado hasta el día de hoy.

Desde que se encontraran el Tepationi azteca –quien interpretaba la enfermedad como la manifestación de la ira de los dioses– y los médicos del viejo continente, un sincretismo empezó a tomar forma.

No solo los indígenas conocieron de primera mano las enfermedades y los tratamientos del europeo, sino que personas como Nicolás Monardes y Juan Badiano poblaron sus manuales de hierbas y tratamientos oriundos de América.

A partir de entonces, la naturaleza, el Dios cristiano y la medicina que se empezaba a desarrollar de manera científica en los reinos europeos se fundieron para no separarse jamás. La anatomía y la cirugía tomaron nuevos rumbos, la sangría y los drenajes comenzaron a utilizarse de otra manera, mientras se seguía purificando los cuerpos para “desechar malos espíritus”.

Prácticas, como la atención del parto y de los recién nacidos, se mantenían en un terreno común entre las parteras y los médicos que asistían emergencias, y, con la llegada de la independencia, la medicina era un terreno heterogéneo que combinaba perfectamente los desarrollos científicos con las prácticas indígenas.

El factor determinante fue la insistencia de algunos religiosos como Fray Diego de Landa en Yucatán por reconocer la condición “humana” de los indígenas, y permitir que se mantuvieran algunos hábitos y modos de vida de los nativos.

Estos últimos, aún cuando se empeñaban en continuar sus tradiciones y rituales, empezaron poco a poco a ceder a las recomendaciones de los boticarios.

Fue a mediados del siglo XIX cuando se empezaron a diseñar los primeros organismos ejecutivos, que dieron origen a la salud pública y a la estandarización de los procedimientos. La fundación de las primeras universidades y el establecimiento de las primeras cátedras oficiales de anatomía y medicina dieron paso a la fusión definitiva de ambas prácticas.

Como bien recuerda el profesor Juan César García, de la Universidad de Buenos Aires, fue a partir de entonces cuando se empieza a separar la casa del chamán de los asilos, casas de trabajo y primeros hospitales, bajo el control del llamado Tribunal del Protomedicato.

“Durante la colonia, la fundación de hospitales fue el resultado de la acción real del Cabildo y la Audiencia, aunque la mayoría eran de origen religioso y se establecieron no solamente con fines terapéuticos, sino por interés de tipo económico, político y religioso”, agrega el académico.

Los primeros ministerios de salud pública nacieron, de hecho, en América Latina, específicamente en Cuba a principios del siglo XX, un modelo que fue seguido por países europeos como Alemania, Inglaterra y Francia. A partir de ese momento, el sistema de salud en América comienza a encabezar los procesos de desarrollo, aún cuando las tasas de natalidad se mantuvieron mucho más altas que en otras sociedades. Enfermedades como la poliomielitis, la tos ferina y la difteria fueron erradicadas casi por completo, y los institutos de investigación empezaron a ser reconocidos a nivel internacional por sus grandes hallazgos.

Hoy en día, los médicos latinoamericanos son de los profesionales mejor capacitados en el mundo y cuentan con un historial de logros como el primer sistema de identificación de personas por huellas digitales del mund,  por Juan Vucetich en Argentina; el compuesto químico fundamental para la primera píldora anticonceptiva, por parte de Luis Miramontes en México; o el desarrollo de vacunas contra la lepra y la leishmaniasis, por Jacinto Convit en Venezuela.

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